PENSAR NO ES UN CASTIGO

¡CASTIGADO! ¡A LA SILLA DE PENSAR!

En relación con las clases de Gema sobre el castigo y el refuerzo, he encontrado este artículo que me parece interesante sobre la «silla de pensar».

Sobre la opinión de Ana Peinado, psicóloga del siguiente blog: ( http://elblogdelapsicologiapositiva.blogspot.com.es/2013/01/pensar-no-es-un-castigo.html):

«Algo estamos haciendo mal, cuando castigamos a un niño «a pensar». Pensar nunca puede ser un castigo. Pensar es bueno. Es más, deberíamos fomentar en ellos el buen hábito de pensar. Desde hace un tiempo se puso de moda, tanto en las clases de infantil como en casa, la técnica de la «silla de pensar».

Esta «silla de pensar» deriva de una técnica de modificación de conducta conocida como la técnica de Time-out o Tiempo Fuera. El problema es que se suele utilizar EQUIVOCADAMENTE. El niño o la niña tiene que aprender que si comete acciones inadecuadas (tiene rabietas, muerde, pega, etc.) va a tener consecuencias negativas (castigo).

Una técnica eficaz en este tipo de situaciones es la del TIEMPO FUERA. De manera contingente, es decir, seguido inmediatamente de la conducta, castigamos al niño separándole de la situación donde se ha generado la conducta negativa y eliminando cualquier refuerzo (es decir, sin hablarle y retirándole cualquier estímulo) durante un tiempo determinado.

¿Cuánto tiempo? Pues una regla general es 1 minuto por cada año del niño (por ejemplo, tres minutos para niños de tres años) Porque el tiempo de castigo debe ser siempre el mismo, no podemos dejarnos llevar nosotros, como adultos, por el enfado y tener al niño más tiempo del exclusivamente necesario castigado, porque no es eficaz.

Una vez que ha pasado ese tiempo, que puede estar controlado por un reloj de arena, o un despertador que avise con una señal cuando ha pasado el tiempo (por si estamos atendiendo a otros niños y no podemos vigilar el tiempo de castigo), entonces hablamos con el niño sobre las consecuencias de su conducta, cómo cree que su compañero se ha sentido, cómo cree que nos hemos sentido nosotros y qué va a hacer la próxima vez que esté en esa situación, cuál va a ser la conducta «sustitutiva» a la que ha tenido, etc. Es decir, una vez que ha pasado el tiempo previsto del castigo, ayudamos al niño a pensar.

O acaso ¿tú puedes pensar cuando estás enfadado? Pues el niño o la niña tampoco. A ellos el castigo les enfada (no han conseguido lo que querían y lo normal es que estén el tiempo que dura el castigo llorando, y así no pueden pensar.)

Además, un niño con tres, cuatro o incluso cinco años necesita una guía para ayudarle a pensar. Si le castigamos «a pensar» seguramente en lo único que piense es «¿y en qué pienso?». Somos nosotros, como adultos, los que tenemos que guiar ese pensamiento posterior.

Recuerda que una de los aspectos más importantes de la correcta aplicación del Time-Out es la retirada de los estímulos. De nada sirve, tener al niño en la «silla de pensar» y estar todo el tiempo que dura el castigo diciéndole «eso, para que aprendas, la próxima vez te vas a enterar, ahí te quedas castigado hasta que yo te diga…»

NUNCA, NUNCA CASTIGUEMOS A PENSAR, PENSAR ES BUENO